miércoles, 27 de julio de 2011

Abandonos

Partamos de una base: soy asquerosamente completista. Cuando empiezo algo, o lo dejo a las primeras de cambio o me cuesta horrores dejarlo. Por eso mismo, en mi estantería se encuentra (aún sin desprecintar) un DVD de "Indiana Jones y la película que nunca debieron hacer", o sigo descargando episodios y más episodios de todos los CSIs con la ingenua idea de que los veré algún siglo de estos, habiendo abandonado la franquicia cuando CSI: NY aún estaba dando sus primeros pasos.

Pero todo tiene un límite, y más en épocas en las que echas un vistazo a todo lo que tienes por delante, las series aún por estrenar (Sons of Anarchy, Treme...) o en pausa indefinida (Breaking Bad, Fringe...), momento en el que tienes que plantarte y decirles a algunas "Hasta siempre".

Eso también me lleva a una pequeña reflexión que me he hecho más de una vez, y es que hay ocasiones en las que, metido en el maremagnum, parece que algunos vemos series por cubrir el expediente, por tener otra muesca en nuestro revólver, o por hacer un más check-in en Miso, esa red social de visionado de series. Sé de gente que ha dicho en mitad de una conversación (vía chat) cosas del palo "me voy a ver House, que hoy toca" o "que se me están acumulando". ¿Cómo que hoy toca? ¿Es que si no cumples con el calendario te caerá como castigo ver 100 episodios de Pasión de gavilanes? Igualmente, en ocasiones me he encontrado viendo series una tras otra tras otra con desidia, casi como por decir "ya la vi", aunque luego ni recordase de qué iba. Y desde luego no es eso.

Así, cuando no me apetece ver nada, procuro no ver nada, y ver sólo lo que me apetece en cada momento. ¿Que se me acumulan sin ver 10 episodios de Castle? Pues nada, ya los veré cuando me sienta con ganas de ellos. Y no pasa nada. El problema es cuando pasan los meses, y las ganas de ver algo no es ya que no lleguen, es que se reducen aún más. Cuando, pese a ese afán de aferrarme a las cosas, mi pequeña parte racional me pide a voces que me baje del carro, que no tiene sentido seguir. Y así, llegamos por fin al punto del que quería hablar: series que he abandonado. Aquí van:

Anatomía de Grey: la dejé a los pocos episodios del comienzo de la 7ª temporada, pasaban las semanas y seguían amontonándose los episodios sin la menor gana de acercarme a ellos, y es que ya cansa. De hecho, debería haberme bajado del barco en la temporada anterior, pero me contuve. Es una serie DE adolescentes. Sin peros. Creciditos, pero adolescentes igualmente. Y una o dos únicas descargas dramáticas de gran calado por temporada no la salvan. De hecho, el supuestamente grandioso final de la 6ª temporada a mí me dejó bastante tibio; básicamente lo que hicieron fue limpiar del reparto a casi todos los nuevos que habían metido, y dar un par de golpes de efecto.

Glee: el hecho de conocer gente muy fanática de ella me impulsa a darle otra oportunidad, pero es que los primeros episodios de la segunda temporada fueron taaaan malos... y por lo leído, tampoco es que mejore mucho la cosa: una temporada sin rumbo, que si ahora estoy contigo, que si ahora no, que si hoy cantamos canciones navideñas, y luego el tema es el sexo... vamos, como la primera temporada, pero más perdidos y sin el efecto novedad.

Undercovers: quizás aquí no vale hablar de abandonos. Sólo aguanté dos de los trece episodios que finalmente duró. Pero en casos así, en los que toda la serie tiene menos de una quincena de episodios, acostumbro a vérmelos igualmente por ese completismo ya mencionado, a poco que la cosa no me espante. Y espantarme no, pero aburrirme, bastante. Salvo por un par de momentos de acción y por la curiosa ambientación española del primer episodio, mezclando detalles reales (Caja Madrid... ¿acertaron por casualidad?) con otros grotescos (ver cartel en el fotograma de debajo), el episodio me resultó de lo más plano y previsible. El segundo no mejoró, así que nada, a la basura.



Weeds: Su anterior temporada, la cuarta, me resultó inferior a las anteriores. El cambio de escenario no terminaba de gustarme, y en ésta encuentro esos problemas acentuados. Se supone que esto es una comedia, y de hecho no es que haya hecho un viraje hacia el drama, sino que, para mí, ha perdido la chispa que tuviese. Vistos tres episodios de la 5ª temporada, encuentro que salvo ocurrencias ocasionales (como las hilarantes llamadas telefónicas a todos los conocidos de Celia), las situaciones son de lo más sosas. Veo a sus personajes perdidos, sin rumbo ni una base sólida sobre la que asentarse, y saber que me quedan al menos dos temporadas más por delante no ayuda. Al contrario, si supiese que la serie había terminado ya, pues tiraría adelante hasta el final, esperando un cierre apropiado, pero así se le quitan a uno las pocas ganas que le quedan.

Las chorradas de mi padre: Un caso curioso. La serie está basada en una cuenta de Twitter en la que un tipo ha ido soltando frases que soltaba su padre, chistosas unas, vergonzantes otras. Pese a un origen tan actual, la serie parece haberse hecho hace como veinte años, cuando las sitcoms estaban viviendo una época dorada, y se multiplicaban las comedias familiares de risas enlatadas. El problema, aparte de que los tiempos han cambiado, es que no nos encontramos con algo surrealista y con la complicidad del espectador como fue El Príncipe de Bel Air, o de humor tan estudiado como Frasier, no; esto es más un Vivir con Mister Cooper cualquiera, que puede (o no) ser divertido, pero no deja de ser algo del montón. Y así nos encontramos con chistes trasnochados que lo mismo eran divertidos leídos, pero representados, o casi más bien recitados uno tras otro, pierden su valor.

También tengo colgando de un hilo la española Ángel o demonio, pero el estar ya cerrada juega a su favor, así que por ahora más bien está en pausa. Seguiremos informando.

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